No somos conscientes. La vida va muy rápido, las cosas pasan sin que nos demos tiempos a asimilar los cambios. El Barça llena estadios, el equipo femenino es referente y las jugadoras son emblemas para la afición. Dicho así puede parecer obvio, pero si nos paramos un segundo y degustamos el momento, nos damos cuenta de cómo las cosas no solo han cambiado, sino que se han normalizado. Vivimos en un mundo donde las mujeres no debemos pedir permiso y nos hacemos un hueco a base de trabajo y constancia. También de lucha. Esa que empezaron unas pocas, continuaron unas muchas y, de cara a futuro, aún más se sumarán.
Hubo unas valientes que marcaron el camino. Nos enseñaron a soñar. Rompieron reglas y barreras y sentaron las bases de unos cambios que permiten que a día de hoy ver a mujeres sobre el verde y con un balón pegado a las botas sea absolutamente normal. Las que estuvieron antes para desarticular discursos machistas y discriminatorios y dieron alas a muchas otras para no tener miedo y anteponer sus objetivos a los prejuicios.
Ahora, otras llevan años luchando. Son referentes y nos demuestran que no solo se puede conseguir lo que nos propongamos, sino que se puede (y debe) soñar. Como Alexia Putellas. La capitana azulgrana lleva años encabezando una lucha conjunta, dentro y fuera del césped. Sobre el verde, y tras haber recuperado su mejor versión, lideró al conjunto azulgrana ante el Valencia. El partido, a priori sencillo teniendo en cuenta que las valencianistas van últimas en la tabla, se complicó en un tanto de Marina Martí al inicio del encuentro. La delantera le ganó a Marta Torrejón el esprint y superó con un tiro bombeado a Gemma Font, que estaba demasiado adelantada.
Fue la de Mollet del Vallés quien reaccionó. Ella misma creó la acción, con un pase filtrado hacia Schenterleib y más tarde acabó rematando la ocasión aprovechando un pase de Ewa Pajor dentro del área pequeña. Con el empate en el luminoso, el Barça se recompuso en tiempo récord con, de nuevo, Alexia como máxima valedora. Filtró un balón para que Kika, que condujo con un toque precioso, acariciando por encima el balón, para luego reventarlo y enviarlo al fondo de la red. Celebraron y, con un tosco empujón de Alexia, Kika cayó al suelo sonriendo. Fue ella misma quien la aupó y abrazó.
El Barça vivió con calma a partir de la celebración. Se ralentizó manteniendo esos momentos punzantes que angustiaron al Valencia. Ewa Pajor fue la que puso el tercero para las azulgranas. Su llegada al Barcelona ha sido un soplo de aire fresco con efecto rejuvenecedor. De eso también se trata, de coger relevos, como lo hace Aitana Bonmatí. La dos veces Balón de Oro se ha erigido desde hace un par de años como una referente. Sin pelos en la lengua ni complejos, no se achanta. Ni dentro ni fuera del verde. Contra el Valencia puso la guinda al pastel, el cuarto y definitivo.
También por las que vendrán. Por las que han llegado a los vestuarios cuando los derechos laborales ya se han conseguido. Cuando el respeto y los aficionados se han afianzado y el momento es plenamente propicio para que se erijan como referentes. La sociedad ha comprendido y empieza a demandar su papel protagonista, su carácter luchador y su figura como emblema. Las más jóvenes llegan al mundo del fútbol con un escenario ideal para brillar. Schenterleib es un claro ejemplo de cómo las nuevas generaciones se desenvuelven en este aspecto. El nivel está altísimo y, con el talento que destila con el balón, promete años de mucho fútbol. Pero además, ya no solo importa cómo son sobre el verde.
Su trascendencia ha traspasado los límites del juego. Viene con el impulso de ser futbolistas profesionales, que se dedican plenamente a un deporte que hace años tenían prohibido. Con marcas detrás, con objetivos tangibles y con la tenacidad de seguir por el camino que futbolistas como Alexia han señalado.
Por las que llenan los estadios, se estampan los nombres de las jugadoras en sus camisetas y esperan al final de los partidos para que les firmen las fundas de sus teléfonos. Ellas también forman parte de este cambio que, por suerte, hemos asentado y normalizado. Ocupan también un espacio relativamente nuevo y se han adentrado en una realidad que antes les podía ser incómoda. Ahora son ellas las que llenan las gradas del Johan Cruyff en infinidad de partidos. Ellas también han cambiado el mundo y han permitido a muchas otras sumarse.