El Barça logró una victoria trabajadísima y de una importancia capital en Lisboa, tras imponerse al Benfica por 0-1, gracias a un tanto de Raphinha. Los blaugrana se rehicieron en un ejercicio de resistencia mayúsculo, tras la expulsión de Cubarsí en los minutos iniciales del encuentro. El defensa de Estanyol le decía al colegiado que había tocado balón antes de derribar a Pavlidis y sus compañeros reclamaban una falta anterior del propio griego sobre De Jong en el inicio de la jugada. Lo cierto es que la roja a Pau estuvo bien señalada, mientras que la falta al neerlandés previamente no fue suficiente como parar el juego.
No lo vivió igual Marcus Sorg, ayudante de Hansi Flick. No daba crédito en el área pequeña y entendió que la falta a su capitán era meridiana y que la expulsión a su defensa debía ser cancelada. Con la decisión final, el primer entrenador del Barça se mostró cariñoso con Cubarsí. Posteriormente, en rueda de prensa, Hansi le restó importancia y siguió protegiendo al ‘2’ culé: “Estas cosas pasan en un partido. Lo importante es cómo reaccionas y la reacción ha sido muy buena”.
Marcus Sorg, Hansi Flick y Arnau Blancoen el banquillo del Estadio Da Luz / Valentí Enrich
Cuando la plantilla del Barça desfilaba hacia el autobús para poner rumbo al aeropuerto de Lisboa, el departamento de comunicación también protegió a Pau ante las preguntas de los periodistas. De los errores se aprende. Y más un chaval de 18 años, pero no era momento de dar declaraciones. Ya las hizo durante la previa del encuentro como si de un veterano se tratase, asumiendo galones en los prolegómenos de una gran noche europea.
Con la expulsión de Cubarsí, al Benfica se le ponía muy de cara la eliminatoria, pero no logró materializar ninguna de las grandes ocasiones que tuvo. No obstante, los aficionados más radicales del Benfica consideraron que era un buen momento para encender bengalas detrás del arco de Trubin.
Un sector del prúblico de Da Luz encendió bengalas y lanzó petardos en el Benfica – Barça de la Champions 2024/25 / Valentí Enrich
No solo una veintena de estos clásicos y prohibidos artefactos, también lanzaron desde sus asientos con total impunidad fuegos artificiales. Algo que los ojos de servidor jamás habían presenciado en directo. Cuesta de entender cómo la seguridad de un estadio de primer nivel como el del Benfica no requise estos objetos, pero sí los paraguas de algunos compañeros periodistas.
Los futbolistas del Benfica recriminaban esta actitud a sus aficionados. El partido se les había puesto de cara y lo último que necesitaban era que el juego se detuviese, para beneficio de los catalanes. Por no hablar de la peste y del humo que cubrió el césped del Estádio da Luz.
Misma portería, mismo protagonista, misma equipación y mismo resultado. Mes y medio después, Raphinha volvió a vestirse de héroe en Lisboa. Aprovechó un regalo en forma de pase de António Silva, recuperó la posesión y marcó desde la frontal para desatascar el encuentro. Misma celebración, misma euforia.
Bien, no en todos los miembros de la expedición blaugrana. Mientras Raphinha desataba el delirio entre sus compañeros sobre el césped, pero también con los jugadores que estaban calentando en la banda; Szczesny mantuvo la calma bajo palos, de la misma manera que cuando los 1.600 culés corearon su nombre.
El muro polaco se vistió de hombre araña bajo palos realizando ocho paradas de mérito. Ofreció su mejor versión con los guantes enfundados, aquellos que había colgado en verano tras poner punto y final a su etapa como futbolista profesional y vivir en Marbella. La llamada del Barça lo convirtió en un punto y seguido. Y qué gran decisión. Tras meses cogiendo ritmo de competición, ha zanjado cualquier atisbo de debate que se hubiese creado al respecto de la portería culé, tras la lesión de Ter Stegen.
“¿Mi mejor partido con el Barça? No, todavía está por llegar”, expresaba en zona mixta con el temple, serenidad y la pizca de cachondeo que le caracterizan. También bromeó asegurando que, aunque la UEFA determinó que el MVP del partido era para Pedri –tremenda exhibición se marcó el canario disfrazándose de Iniesta-, “creo que me puedo llevar la mitad del premio a casa”.
Con el pitido final, los jugadores por fin podían respirar. Algunos acabaron exhaustos, con las piernas cargadas y la mente agotada. Como el propio Pedri, que durante el partido aprovechó un fuera de banda para estirarse sobre el césped y coger aire. No hace falta ni aseverar que el sábado contra Osasuna, las rotaciones serán más que vitales para llegar en plenas condiciones a la vuelta de los octavos de Champions de este martes por la tarde.
Los futbolistas del Barça se acercaron a agradecer el apoyo a los 1.600 aficionados culés que se desplazaron hasta la capital portuguesa. Muchos de ellos llegaron en coche desde Extremadura, otro gran grupo lo hizo desde Vic, la Catalunya central.
Como es habitual, una vez desfilaron todos al túnel de vestuarios, los suplentes regresaron al césped para realizar algunos ejercicios ante la ovación de la afición culé, todavía presente en las gradas, no como la del Benfica, que desfiló mucho antes de terminar el encuentro, a pesar de que el resultado todavía estaba abierto.
Y una curiosidad más: la realización televisiva mostró que Ronald Araujo había sido amonestado con tarjeta amarilla. El uruguayo puso cara de desconocimiento absoluto cuando se le preguntó antes de que subiese al autocar y negó que el colegiado le hubiese mostrado ninguna cartulina. Duda resuelta y deberes hechos, aunque toca rematar el gran trabajo realizado en menos de una semana.